jueves, 6 de mayo de 2010

Dominacion de un switch (1)

Llego a tu piso con la ropa interior que tú has elegido y cualquier simpleza por encima, en tu status de switch has tenido una sesión con una dom, quizás buena o quizás no, la cosa es que tu cuerpo está en unas condiciones que exigen cosas...delicadeza, cuidado…y venganza.
Llamo a la puerta y desde dentro, sin dejarme entrar, me pasas una venda para que no pueda ver tu situación.
Quizás lleves todavía unas pinzas cruzando tu pecho, no sé, tu sabrás...yo pondré q si, estás desnudo y aun quedan objetos que te dañan y someten.
Sin cerrar la puerta que da a la calle me recuerdas donde estoy, y que mi situación ante ti no es la que debería, así que me quedo en ropa interior, arrodillada, con las manos detrás d la cabeza, como m pediste que fuera en algún momento.
Oigo como te acercas y sin decir nada m levantas la cabeza y m das una bofetada por empezar así, para que sepa que no es un juego, que desde que llame a la puerta tú dejaste de ser un sumiso y que desde que entré has pasado a ser un Señor.
La corriente del pasillo me hace estremecer y notas lo nerviosa que me pone que cualquiera pueda ver mi situación, pero no cierras nada, aún.
Te agachas y noto tus manos en mi cuello colocándome un collar, con la correa que le has puesto me pones a 4 patas ante ti, me observas en silencio, inquietándome, y tiras de mi cadena llevándome hasta un sofá.
Me haces sacar la lengua y empezar a reconocer tu cuerpo, hasta que encuentro unas pinzas en tus testículos, y m paro, no sé qué hacer…pero me sacas del apuro.
Las tengo que sacar con la boca y sin hacerte daño, de lo contrario sufriré tu dolor multiplicado en mi piel.
Pero llevas mucho tiempo con ellas y te voy a hacer daño lo haga como lo haga…
Las voy quitando suavemente y lamo el espacio dolorido con suavidad después.
Una vez termino con tus genitales tiras de mi correa y me subes un poco, hasta que de nuevo con la lengua descubro que en tu pecho hay una cadena, y de nuevo tengo que quitártela.
Cuando ya nada mas te hace daño y he aplacado con mi lengua el dolor me haces sentarme en tu colo de frente a ti como una niña, pero abres las piernas de repente con fuerza, de forma que me fuerzas a mí a abrirlas y a exponerme.
Bajas una mano a mi coño mientras con la otra juegas conmigo atrayéndome, besándome y alejándome de ti tironeando de uno de mis pezones por encima del sujetador …
Compruebas q empiezo a estar húmeda, y m preguntas por qué, si no he recibido nada... humillada alcanzo a decirte que es porque me gusta…
Silencio…bajas mi sujetador hasta debajo del pecho y retuerces con fuerza el pezón con el que jugabas antes…
-¿Qué has dicho?
-Que me gusta…
-¿Cómo?
-Que me gusta…mi señor…
-Mucho mejor, que no se repita…¿Qué es lo que te gusta?
-No se repetirá mi señor, me gusta estar aquí.
-¿Por?
-Porque estoy entregándome por fin.
-Va a haber que trabajar mucho contigo…-Te levantas, me dejas de rodillas frente al sofá, te oigo rebuscar y vuelves.- Repite por qué te gusta estar aquí. Y recuerda dónde estás.
-Porque soy una perra que quiere entregarse y ha encontrado un amo que le enseñe, mi señor, te pido disculpas-por fin entiendo tu juego y me presto a ser buena, quiero evitarme el máximo dolor.
-Eso suena mejor…
Me dices que ahora queda que me muestre, me haces ponerme de pie y terminar de desnudarme para dejarme ver entera, pero yo t pido que cierres la puerta antes, cualquier vecino que pase por el pasillo vería la escena…
No recibo respuesta a eso, solo m ordenas que obedezca, y me quedo desnuda frente a ti
Me haces volverme, inclinarme dejando las piernas rectas, abrir el culo, el coño, ofrecer los pechos...me recuerdas que una vez crucé el umbral paso a ser tu perra y que debo portarme bien…
Te levantas y me dices, ¿así que la puerta no te gusta así?
Con la correa bajas mi cara al suelo y desde esa posición juegas con tus manos, acariciándome y abriéndome, especialmente hacia la puerta, hasta cansarte, sin dejarme pronunciar un sonido, y te sientas en el sofá, dejándome un pie a la altura de la cara.
-Lame, puta.
Alterando lo menos que puedo mi posición me pongo a lamer tus pies hasta que de repente noto cómo te tensas y sin apenas tiempo por el medio una fusta corta el aire y estalla contra mi piel. Así que eso fuiste a buscar antes…No puedo evitar un grito de dolor, y otro fustazo igual de intenso acompaña a la siguiente frase:
-¡Que lamas, puta!
-Sí mi señor, lo siento…
-Ve contando los fustazos mientras lames. ¿Te parecen bien 5?
-Sí mi señor…
-Entonces que sean 10…
Continúo mi trabajo con fruición y cada vez que la fusta cae sobre mi piel apenas paro para obedecer, cuento y sigo. Después de esos dos primeros los fustazos son menos fuertes, y en distintas partes de piel, no quieres dañarme, al fin y al cabo es nuestra perversión y nuestro juego pero sabes que es un juego de dos.
Tiras de la cadena para ponerme de pie, acaricias y observas mi piel caliente y enrojecida y pasas tu mano calmando mi dolor, me coges por la cintura y me besas…mientras tus manos ocultan algo a mi espalda…las vas subiendo y veo lo que esconde esa medio sonrisa que he visto: me pones la mordaza, luego me atas las manos atrás y rodeas mis pechos con la cuerda, me haces inclinarme de nuevo hacia delante de espaldas a ti y me introduces un huevo vibrador.
Me llevas afuera y me ordenas quedarme de rodillas así expuesta en tu felpudo mientras tú dentro observas mi terror a cada ruido del edificio mientras juegas con la intensidad del mando del huevo y me ves temblar.
Cuando te cansas vuelves junto a mí y me quitas la mordaza.
Me haces lamerte los pies solo inclinándome hacia abajo de forma que mi exposición a cualquiera aun es peor
Y me levantas la cabeza para acercármela a tu miembro. Así, apoyado en el marco de la puerta conmigo de rodillas, llegamos a ese punto que tantas veces habíamos hablado y que los dos deseábamos…
Yo empiezo a lamerlo todo con suavidad y rapidez, juego con la punta de la lengua haciendo círculos y aprisiono con los labios la piel hasta que noto como va creciendo en mi boca, me dispongo a hacer lo que tantas veces te he descrito, pero tú te vas alejando y me haces seguirte, arrodillada y atada, alcanzando a lamerte de vez en cuando, hasta que cierras la puerta a mi espalda...y en ese momento, temo que hubiera preferido que estuviera abierta más tiempo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario