jueves, 17 de marzo de 2011

Despierta...

Noto luz a través de mis ojos cerrados, y por mucho que me guste estar en los brazos de Morfeo, decido ceder…y descubro que sólo veo oscuridad. Tras el susto inicial, me doy cuenta de que mis pestañas han rozado algo, e intento quitármelo para descubrir que estoy atada a la cama. Pero sospecho que lo has hecho tú…y no tengo miedo.

- Buenos días niña.

- Hmmm buenos días mi amor… ¿Qué es esto?

Silencio. Oigo cómo te acercas despacio, y noto tus dedos dibujando mi cuerpo. Debí de dormir muy profundamente, ya que ni me di cuenta de cuándo pasé de estar durmiendo desnuda junto a ti a estar atada, con los ojos vendados, y un conjunto más bien escaso puesto. O no quise darme cuenta.

- ¿Vas a desatarme? ¿Qué pasa? ¿Qué haces?

- Shhhh…

- Al menos, deja que te bese…

Pasas el dorso de la mano por mi mejilla, y de golpe me coges la mandíbula forzándome a abrir la boca, para colocarme una mordaza. Pero no es la mía. Es una de anilla. ¿Habrás ido de compras? ¿Tanto he dormido? ¿O la tenías escondida?

- A partir de ahora sólo me hablarás como Amo o como Señor, ¿Me oyes? Si no lo haces azotaré esa deliciosa piel, donde yo quiera hacerlo. Me he levantado con ganas de jugar y por suerte tengo una dulce perra a mi disposición. ¿Todo bien?

- Hhhíí…

- ¿Qué dices, puta?

- Qqqqueeee…hííí…mi Amo…

- Voy a desatarte y vas a bajar de la cama para ponerte a 4 patas. Vamos.

Adoro verte así, y lo disfruto, así que decido ser buena y me levanto rápidamente, para notar cómo una cadena de metal muy frío roza mi pecho, antes de que tú la recojas y tires de ella para notar el collar, que también debe de ser nuevo…

- Vamos a dar un paseo…

Tiras de la cadena y te sigo con miedo a darme contra algo, cuando éste desaparece, se impone uno mayor: Oigo cómo abres la puerta de la habitación, y yo sé de sobra que en tu casa puede aparecer gente en cualquier momento. Me paro y niego con la cabeza, y tú te agachas junto a mí.

- Muévete.

Niego de nuevo. Me apartas la mordaza.

- He dicho que te muevas.

- Cambio lo de salir de la habitación por lo que quieras hacer dentro. Renuncio si quieres a la palabra de seguridad. Pero no me hagas salir…

Noto cómo te tensas.

- ¡Pero… ¿Tú quién te crees que eres, puta?! Pensé que lo había dejado claro antes, vamos a ver si entiendes de una vez en qué posición estás…

Tiras de mí de nuevo a la cama y me haces quedarme a 4 patas. El primer fustazo me arranca un pequeño grito.

- Cuéntalos. Te avisé.

- Uuuuo…

- Hhoooos…

Los fustazos, aunque esperados, dejan mi piel ardiendo y con un ligero escozor cuando uno coincide sobre el otro, aunque sólo sea parcialmente.

- Ddddreeeshh…

- Ggguaatro…

- Ggguinnnco…

Intento evitar que de mi boca, abierta por la mordaza, escape la saliva acumulada, a la vez que trato de concentrarme en relajar los músculos para que me duela menos, y en no variar mi posición ni intentar evitar ninguno.

- Hhheeeiiih…

- Hhhieeeede…

- Oooho…

A pesar de haber pasado más de la mitad, pensamiento en el que me concentro para animarme a aguantar, se hacen eternos e insoportables conforme se acerca el final.

- Uuuueve…

- ¡¡Iiiied!!

Me aguanto, temblando, deseando aflojar la tensión de mis brazos y dejarme caer, pero sabiendo que eso puede ser peor…aunque soy totalmente consciente de que no vas a excederte si yo no quiero, sé que se estropearía el…juego.

- Ahora, abajo.

Vuelvo a ir junto a ti a la puerta, y esta vez no me resisto y avanzo contigo, en dirección a la sala, donde oigo… ¿Ruidos?

- Si hubieras salido conmigo la primera vez te hubiera felicitado por tu obediencia y te hubiera vuelto a llevar a la habitación, pero espero que te des cuenta de que los azotes fueron sólo por no dirigirte a mí como te dije. El castigo por desobedecer será suave para tu cuerpo, no tengas miedo…

Abres la puerta y todo queda en silencio, salvo por una musiquita electrónica que reconozco de sobra. Es un videojuego, de tu consola. Y estaba siendo usada hasta que entramos.

- Joder…

- Tranquilos, chicos. Sólo que me moría por presentárosla ya. Saluda a mis amigos preciosa…- Te agachas de nuevo a apartarme la mordaza y yo me creo morir.

- H-hola…

- Hola.

- Podéis seguir a lo vuestro. Pretendemos molestar lo mínimo posible…

Te sientas en un sillón indicándome que me siente a tus pies, y así lo hago, colocando mis piernas juntas a un lado, apoyando mis manos en ellas, y mi espalda en el sillón, notando tu mano en mi pelo o en mi hombro derecho de vez en cuando mientras miras la pantalla. Agradezco la venda que me cubre los ojos.

Parece que me leas el pensamiento.

La mano que acariciaba mi pelo se dirige a la venda, y noto como se afloja hasta caer al suelo. Me quedo con la cabeza gacha mientras me acostumbro a la luz, y después me quedo inmóvil, sin saber a dónde mirar o cómo colocarme. Tu mano desciende a mi barbilla obligándome a mirarte, y me sonríes, para luego soltarme de nuevo.

No me atrevo a mirar a tus amigos a la cara, aunque levantando la vista veo que son dos y que no los conozco, y que ellos están tan tensos o más que yo…y que tú. Es obvio para mí que tú también estás nervioso…

- En fin, nos vemos luego. Despídete nena, vamos.- ya ni te agachas a tirar de la mordaza, me haces enderezarme a mí.

- Hasta más tarde…señores…- decido jugar a tu juego lo mejor que sepa, y los miro directamente a los ojos.

Volvemos a la puerta de tu habitación, donde me dejas indicándome cómo esperar tu vuelta. Cruzo el umbral y me levanto cerrando la puerta y apoyando mi espalda contra ella. Respiro profundamente para intentar serenarme, estiro los músculos, aparto la mordaza para estirar también la boca, que ya duele, y me dirijo a la cama. Coloco una almohada a lo largo para apoyar mi pecho en ella, y poder respirar con facilidad al ponerme a 4 patas, y dejar mis manos a la espalda. Con las piernas bien abiertas, y dejando caer la saliva de mi boca irremediablemente debido a la posición y a la mordaza, me quedo esperando…

Al rato vienes tú, sólo con los vaqueros y obviamente recién salido de la ducha, y de nuevo sin mediar palabra te acercas a mí. Con velocidad dejas mi tanga a la altura de mis rodillas y empiezas a acariciarme.

- Pero qué mojada estás, guarra. Mira.

Coges mi tanga y me lo pasas por la cara.

- ¿Lo notas?

- Hhhíííí…aaaaaamo…

- Mmmm ven aquí.

Tirando de mi collar me giras y me haces arrodillarme, me pegas a ti tras bajarte los pantalones…

- Bájalos.

Llevo mis manos a tu cintura y cuelo los dedos entre la tela para bajar muy despacio los calzoncillos, hasta que tu polla me golpea directamente en la cara. Me quitas la mordaza y me la metes de golpe en la boca, bombeando con fuerza, cogiéndome de la nuca y tirando del collar, de forma que no puedo apartarme, y todo te da igual, mis lágrimas, mis arcadas, mis gimoteos…y a mí también. Me he ido volviendo cada vez más loca y he ido disfrutando de cada cosa, así que me abandono a tu placer, te quiero con locura y has empezado a jugar a mis juegos poco a poco y de forma deliciosa.

Voy modificando mi posición para abrir mejor la garganta y me concentro en aguantar lo máximo posible. Te sientas en la cama y te inclinas a morderme el labio inferior…

- Ven a jugar tú ahora a tu ritmo…y mirándome a los ojos.

Empiezo a lamer con lentitud y suavidad, desde la punta al tronco, pasando por los huevos, metiéndomelos en la boca, volviendo arriba, succionando con la fuerza que me veo capaz de imponer, metiéndomela en la boca y jugando con la lengua sobre ella cuando puedo. No dejo de mirarte siempre que puedo, y no dejo de moverme. Quiero hacerte morir en mis manos…

Al rato de estar disfrutando de mis atenciones, me haces subir a la cama y m tumbas boca arriba. Me adviertes de que he de estarme quieta y te tumbas a mi lado de costado. Empiezas a besarme y morderme, bajando del cuello al pecho, el vientre…y sin dejar de mirarme en ningún momento te colocas entre mis piernas, mientras te suplico que no lo hagas (no soy capaz de aguantar que me practiquen el sexo oral), y vas mordiendo mis muslos y mis pliegues hasta notar cómo me retuerzo bajo ese ritmo lento y cadencioso.

Bajo una mano a acariciar tu pelo e intento contenerme, pero empiezas a ir cada vez más rápido, hasta que no lo soporto más, y empiezo a pedirte, primero, que pares, y luego, que me folles.

- ¿Qué es lo que quieres, puta? ¿Mi polla ahí dentro? No te oigo suplicar…

- Ooooh joder, por favor mi Amo fólleme, soy su puta y tiene total derecho a usarme sólo deje de torturarme y fólleme Señor se lo suplico…

Pero no te detienes…en un impulso primero te pego más a mí y después, con la mano con la que te acariciaba, tiro de tu pelo para separarte de mí.

- ¡¿Pero qué estás haciendo?! ¿Quién piensas que eres para tirarme del pelo, zorra? ¿Quieres que te folle, eh?

Te sientas a horcajadas en mi estómago mientras recuperas las cuerdas que me mantenían atada a la cama cuando desperté, y me inmovilizas con cada extremidad atada a una pata de la cama. Vuelves a ponerme la mordaza, y me penetras de un golpe, empezando a embestirme con fuerza, mientras con una mano atrapas mi cuello.

- Quiero oírte gritar.

Impones un ritmo animal y salvaje, donde yo no puedo moverme de ninguna forma, ni evitar cerrando la boca que los gemidos y los gritos inunden la habitación. A este paso vendrán tus amigos a ver qué pasa, y yo directamente me desmayaré.

Me muero de ganas de moverme, de atraparte yo, de besarte, y en el mejor momento me sacas la mordaza, para besarme y esparcir mi saliva mezclada con la tuya por mi cuello y mis labios, mordiéndome y volviéndome a besar, tan salvajemente como me estas follando. Yo persigo con mi cuerpo lo poco que puedo tu boca, y me incorporo para mantener ese beso cuando amagas de levantarte un poco más.

- ¿Ya sabes cuál es tu sitio?

- Sí, sí, sí amo, sí…-separo los labios lo justo para hablarte.- Desátame. Desátame ya. Me muero por tocarte yo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario